En México se pierden o desperdician más de 30 millones de toneladas de alimentos al año, equivalente a 40% de toda la producción
Hace algunos años, un profesor universitario, español inmigrante que vivió la Guerra Civil en su patria, contaba sobre la sorpresa que se llevó en el primer banquete al que asistió en México. Estaba impactado, con el empalme del recuerdo de los años bélicos, ante la comida que la gente dejaba en sus platos y el desperdicio que había en esa comilona y en otras a las que después asistió.
El desperdicio va de la mano con la identidad de muchos mexicanos. Desperdiciamos el tiempo, las oportunidades, los recursos materiales e intelectuales. Desperdiciar comida era incluso gesto de urbanidad en otra época. Tragón desde chavito, siempre he dejado limpio el plato; algo que en la infancia me valió algunos zapes: era de gente educada, decía mi mamá, dejar siempre algo en el plato, sobre todo si era en un restaurante o estabas de visita en alguna casa.
El 30 de marzo se conmemoró el Día Internacional de Cero Desechos, instituido por la ONU con el objetivo de impulsar la conciencia sobre la importancia de cero desechos y de las prácticas de consumo y producción responsables. La celebración pasó casi inadvertida, sobre todo por una mayoría que hace del desperdicio de alimentos un estilo de vida.
Nos quejamos de la inflación y de la carestía, pero no nos asustamos de nuestro paradójico ejercicio cotidiano del desperdicio. Seguimos actuando atávicamente irracionales en nuestra visión del desperdicio, haciendo de nuestro campo, de nuestras empresas, de la despensa y del refrigerador la expresión del círculo vicioso de nuestra economía y nuestra filosofía alimentarias.
En México se pierden o desperdician más de 30 millones de toneladas de alimentos al año, equivalente a 40% de toda la producción. Esto contribuye también a la escasez de agua: se requieren recursos hídricos para producir algo que nunca consumiremos: 40 mil millones de metros cúbicos de agua son desechados por esta causa, volumen similar al que utilizaría la población nacional durante 2.4 años, advierte la Fundación Herdez.
Tan absurdo como la falta de alimentos en sociedades enteras, es el desperdicio de ellos en otras. Y México debe avanzar en la transformación de actitudes y hábitos, porque para esto no sobra tiempo para desperdiciar, ni mucho menos paciencia.